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Channel: Ecos del Balón » Roberto Martínez
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El octavo día para una generación

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La vida de la selección francesa es como la de cualquiera de sus aficionados más comunes. De lunes a viernes, les bleus tienen todo programado: horarios de transporte, cargas de trabajo, dietas equilibradas, responsabilidades, control de lo que sucede. Todo bien medido gracias a las manos de Lloris, el actualizado liderazgo de Varane, la tranquilidad de Umtiti, la firmeza de N’Golo Kanté o la batida de Lucas Hernández. De lunes a viernes, nada rompe las filas y las rutinas de lo que se entiende por control y equilibrio. El fin de semana, el tiempo que queda para poder desconectar, es el terreno de Antoine Griezmann y Kylian Mbappé. 48 horas en las que hay tiempo para todo, pero en las que nada debe preocupar cuando todo lo anterior ha ido sobre ruedas. Después de lograr con éxito, día tras día, permanecer en cada uno de los seis primeros partidos de esta Copa del Mundo, Francia ha entendido esta cita como ninguna otra selección. Y por eso se ha ganado un lugar para poder trascender.

Tratando de impedirlo, se topó contra la rutina Eden Hazard, uno de los mejores jugadores del mundo, a quien sólo le faltó dividirse para colarse por fragmentos en el día a día francés. El pequeño mediapunta del Chelsea capitalizó las recepciones más provechosas de su equipo en la primera mitad para liderar después el intento de penetración con el que Bélgica construyó su último sueño. En la historia que narró como las líneas francesas negaron a Hazard el verdadero y único edén, constaron también dos actores que lo midieron todo con tal de que la victoria o la derrota únicamente se colara por un resquicio. Didier Deschamps y Roberto Martínez visualizaron el partido que se terminó jugando, uno en el que la concesión al rival era aquello que no debe ser nombrado. Francia y Bélgica le dieron al coco estudiándose mutuamente. Y por tanto, así pasó.

Hazard tiró de Bélgica, sumando derroche, personalidad y clarividencia

La idea principal que ambos equipos manejaron en todo el choque, pero con más razón hasta el gol de Umtiti, residía en que de los diez jugadores de campo, más de la mitad, como poco, pudiera mirar de frente a la pelota en caso de que su equipo la perdiera o fuera atacado. Se defendiera en campo propio o se atacara en campo ajeno, la pelota no podía tener por delante más jugadores que por detrás. Y sólo si la pelota era recuperada o se orientaba hacia un costado, cabía la posibilidad de generar alguna superioridad más arriesgada de lo entendible en dicho contexto. Así, Roberto Martínez mezcló dos dibujos alternos, uno para los momentos sin balón en repliegue y otro con la pelota en la parte ofensiva. Con balón en su poder, Bélgica recuperó los tres centrales pero no así los dos carrileros. En la derecha, Chadli tiraba de lo más fácil y protegía el envío que recibía, mientras Hazard, éste sí, figuraba abierto para ordenar a los suyos y moverse algo más. Entre medias, De Bruyne partía desde la otra mediapunta del 3-4-2-1, y Dembélé y Fellaini escoltaban en los interiores a Axel Witsel, formando abajo un 4-1-4-1 más simétrico.

Francia correspondía con un bloque defensivo que se formó muchas más veces que el belga, es decir, tuvo menos la pelota, queriendo descolgarse en cuanto pudiera. Los laterales apenas se desplegaban, las posiciones no se soltaban y Bélgica era obligada a trenzar. Pero los hombres de Martínez no cayeron en la trampa, y así se configuró un partido siempre estrecho que fue igualado en el marcador. En dicha hora de juego, los ‘diablos rojos’ calibraron hasta el milímetro su posesión de balón. Dembélé, Fellaini y Witsel no se escalonaban apenas; el pase a realizar para comenzar la jugada era, con mucha frecuencia, hacia el costado, sin batir líneas ni ubicar a gente entre las barreras francesas. El motivo: no perderla… y que N’Golo Kanté no tuviera influencia en dicho robo. El del Chelsea quedó muy lejos de la pelota, pendiente de los movimientos de De Bruyne. Bélgica evitaba, por tanto, un uno contra de Kanté en las ayudas interiores. A eso le sumó que la línea de tres centrales basculaba al costado de Hazard, el mismo que el de Mbappé. Así, Bélgica trataba de evitar la influencia del fenómeno.

Griezmann fue una garantía competitiva para su selección

Pero fue Hazard quien en esos primeros 20 minutos ofreció los mejores momentos individuales de la semifinal. En su formidable Mundial, el crack blue recibia, juntaba rivales y desbordaba de manera escurridiza. La empresa tuvo un tremendo mérito porque esta vez no tenía a nadie que le doblara por fuera para liberarle de alguna marca, y en su sector figuraban Fellaini y el apoyo de Lukaku, más pendiente de fijar a los centrales, dos futbolistas poco fluidos en la asociación. Además, debía vérselas con Varane, especialmente inspirado en el corte. A Hazard le importó todo bien lo justo; se hizo notar y suyo fue el peligro belga de la primera mitad. El partido, ya imaginado, se estaba moviendo de manera escasa. Francia se mueve poco de por sí si no es al galope de Mbappé o al son de Antoine, y Bélgica, que sí es de agitarse más, se frenó posicionalmente para no salir penalizada.

En esas llegó el gol de Francia a balón parado. Y Roberto Martínez dio pasos al frente. Abrió a Mertens a la derecha, elevó la posición de Fellaini, que pa´so a ser segundo ‘9’ en el área y Hazard siguió liderando la ofensiva como un central de balonmano que no para de meterse e incurrir en intentonas repletas de personalidad y liderazgo. Los centros al área no pillaron desprevenido a Francia. Pogba se colocó de tercer central para sumarse sobre la defensa de Marouane, y eso igualó unas fuerzas que a punto estuvieron de hincar la orilla en un cabezazo del belga. Llegados a este punto, debe introducirse el nombre del futbolista que siempre estuvo allí. Primero y por último, pues fue más importante casi que su papel con balón, su rol defensivo, tanto en compromiso como en lectura, apuntaló la defensa gala con continuas decisiones de verdadero calado en la circulación de balón belga. Y segundo y no menos importante, porque entre teoría y práctica, su interpretación del sistema francés por ende del juego mismo, hace muchísima más completa a Francia. Es Antoine Griezmann y luchará junto a los suyos por heredar el octavo día de las Copas del Mundo.


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